miércoles, 23 de diciembre de 2009

MUJER CAFAM

Cada año la caja de compensación familiar Cafam,  entrega el Premio CAFAM A LA MUJER COLOMBIANA. Una es la ganadora, las demás son finalistas; pero todas, por la labor que desarrollan en favor de la comunidad, son ejemplo de vida y solidaridad. Su obra, y su lucha para consolidarla, se publican cada año en El Libro de Oro de la Mujer En Colombia.



Dioselina Bernal (Santander): Maestra de corazón
Su cuerpo delgado y su rostro fino dan la impresión de que es una mujer débil. Sin embargo, más allá de su aspecto y aparente fragilidad se esconde una persona verdaderamente fuerte: Dioselina Bernal.
Ella nació en Charalá, en un pueblo de Santander, pero se trasladó a Bucaramanga en busca de mejores oportunidades. A esa ciudad llegó con el trasteo y las maletas repletas de sueños.
Instalada allí, la realidad superó las expectativas que Dioselina y su familia tenían. La situación era frustrante, pese a que se mudaron con el propósito de asegurarse un buen futuro, lo primero que hicieron fue establecer su vivienda en un sector marginal.
Se instalaron en el norte de la capital santandereana, un lugar superpoblado por personas desplazadas que registra preocupantes índices de pobreza, desempleo y vivienda.
Infortunadamente no tenían otra opción. Mudarse a otro sitio era imposible, pues el dinero no alcanzaba sino para pagar el arriendo en esta zona.
A medida que pasaban los días, Dioselina veía con tristeza la miseria material y espiritual en que vivían sus vecinos; observaba con dolor a los niños que deambulaban horas y horas por las calles, sin asistir a la escuela.
¡Manos a la obra!
Las imágenes de estos pequeños conmovieron profundamente a esta humilde mujer, quien un día dejó de ser espectadora para convertirse en ángel de la guarda de cientos de ellos en el barrio.
Estos infantes no tenían dinero para comer y mucho menos para comprar un cuaderno. Entonces Dioselina improvisó una escuela en su casa, con el propósito de acercarlos al interesante mundo de las letras.
Sin recursos materiales ni pupitres, tableros o tizas, pero con la firmeza de carácter suficiente, emprendió la tarea solitaria de arrancar de las garras de la delincuencia a esos niños.
Ella no quería que estos corazones inocentes se perdieran y engrosaran las filas de la violencia.
Enseñar, considera Dioselina, es la manera de evitar que más jóvenes ingresen en el mundo de la drogadicción y la prostitución.
A pesar de no ser profesora titulada, pues sólo cursó los dos primeros años en la Escuela Normal, compartió lo que sabía y abrió las puertas de su escuela con 18 alumnos, en el barrio Mirador del Norte.
Dioselina compró un lote donde funcionó el centro educativo denominado Luz del Divino Niño, hasta que el terreno sufrió averías, se derrumbó y se llevó la construcción pero no sus ilusiones.
Se trasladó a otro sitio. Tomó una totuma y fue de casa en casa pidiendo dinero, ropa y útiles para sus alumnos. Con las clases le ayudaban sus hijos y algunas amigas a quienes ella les hacía las guías.
Allí todos ponían su grano de arena. Los estudiantes más avanzados apoyaban a los pequeños, así durante 13 años recibió más de 300 personas, pero en el año 2001 se acabó, pues no contaba con los permisos del Ministerio de Educación.

Apoyo a los desprotegidos
No obstante, ella no se dio por vencida. Acompañaba a los niños con la realización de sus tareas y desarrollaba actividades simultáneas con adultos, quienes aprendieron a leer y escribir.
Mamá Dioselina, como la llamaban quienes han recibido su afecto y apoyo, buscó un espacio para la capacitación de estas personas, misión en la cual colaboraron el Servicio Nacional de Aprendizaje –SENA-, algunos sacerdotes y también cajas de compensación familiar.
Esto permitió que padres de familia y ancianos hicieran manualidades y se sintieran útiles. Así mismo, abrió un restaurante en el que ofreció comida a niños y ancianos que viven en la extrema pobreza.
Entre las once de la mañana y las dos de la tarde cientos de personas llegan al comedor de esta menuda mujer. Al principio daba un refrigerio, después se comprometió a suministrarles una comida más completa porque sabía que esta era el único alimento del día.
Después de las cuatro de la tarde brinda capacitación en danzas, prepara a los niños para la primera comunión y los distrae un poco de la cruda realidad que los espera al dejar atrás las puertas de la casa de Dioselina.
Pobreza, indefensión y desesperanza son las palabras que definen las vidas de estos seres humanos que encuentran en ella la fuerza necesaria para continuar.
De esta forma, Dioselina siembra la semilla del amor en estos pequeños que son el futuro del país y anhela hacer realidad un gran sueño: tener un hogar de paso, atender a los niños y abuelos desprotegidos de la zona y darles su amor incondicional.
Informes obra social:
Calle 10 AN No 26-45
Tels: (+7) 6 407865 – 6 835067
Bucaramanga-Santander

FUNDACION MAMA DIOSELINA BUCARAMANGA

Mamá Dioselina De la nada sostiene a niños y abuelos de norte

Esta historia puede sonar descabellada pero es cierta. Esta es la historia de una mujer que por 20 años y a punta de ruegos y oraciones, solicita a diario a personas, mandatarios, secretarios, politicos de turno y empresarios,  lo que le puedan dar para alimentar a los niños y abuelos que adoptó en su humilde hogar.  Pero en este tire y afloje se ha encontrado con el rechazo,
incluso hasta la violencia contra ella misma por parte de gente inconciente que creen que tiene la fundación para recibir dineros. La realidad es otra y por cruda, su iniciativa nos deja boquiabiertos. 

Su vida ha sido de sacrificios. Con tan sólo 7 años de edad en su natal Páramo de la Salud, municipio que queda a unos minutos de San Gil, aprendió a ser catequista y como servicio a Dios, aprendió el arte de la evangelización, pero su misión se la tomó con toda la responsabilidad del caso.  En una mediagua donde paga 200 mil pesos de arriendo,  vive Mamá Dioselina como cariñosamente la llaman todos sus hijos adoptivos. Con ella, conviven en incomodas condiciones pero sin importales poco, sus 5 hijos; Ruby, Jazmin, Jhon Jairo, Zulay y Duvan Andrés.  Aparte otros 19 personas, increiblemente se acomodan por un proposito: sobrevivir a la realidad que les tocó y al amor pechichón de esta mujer de 54 años de edad.
¿Porqué lo hace sino tiene dinero ni condiciones para hacer tan grande labor? Es una pregunta que cualquiera que la visite y compruebe la dificil situación por la que atraviesa.  Su respuesta es tan pura como sabia.  “Dios tiene un amor inmenso y nos guío para socorrer a nuestros hermanos en fragilidad, yo lo hago y me gusta lo que hago, hay veces que se come pollo como hay veces que sólo se puede brindar una sopa sin carne.  Aquí les enseño que lo primero es el amor al prójimo y nuestro Señor”, dice Mamá Dioselina.
      
De la Iglesia Católica ha heredado grandes compromisos, pero su amor a los demás a veces la pone a desfallecer por sus intensiones.  Cada día la levantarse prepara desayuno, almuerzo y manda  a los niños a estudiar.  Su hijo mayor,  gracias a una beca y un trabajo que le han otorgado en la Secretaria de Desarrollo Social del municipio le colabora a su mamá con los gastos y con los oficios que hay que hacer a diario.  Entre esos oficios están , alimentar a los abuelos, a las madres cabezas de familia, a dictar  cursos de fomi, fique, madera y otros artes a personas sin empleo para que puedan producir, a catequizar, a lavar, a buscar por las plazas de mercado las verduras del diario, a cumplir como católica sus menesteres,  en fin, no alcanza esta página para nombrar todo lo que increiblemente esta mujer hace para que todos bajo su techo,  vivan aunque sea bajo indignas condiciones de vida, una realidad llena de fraternidad que la plata no podría brindar.  
“La gente dice que yo hago esto por plata. Pero no es así, el que quiera conocerme que venga hasta la calle 10N N. 26-45 en regaderos norte y pueden comprobarlo ”, dice con humildad Mamá Dioselina.
Aunque tengan que dormir en el piso y con 37 grados de temperatura sobre sus cuerpos, aunque los pies deban estar descalzos, aunque no halla carne para el almuerzo y sus cabellos no sepan lo que es un champú, aquí la obra de un ser superior hace su obra, pues aunque poco, nadie se acuesta con Mama Dioselina sin comer, estudiar  ni aprender un saber. “En esta navidad quiero que los corazones de muchas personas vengan y conozcan mis intenciones, necesito muchas cosas, ropa, comida, colchonetas y otras cosas para que mis niños y viejitos tengan lo necesario”, señala el ángel del norte.


Fotos Heriberto Cáceres Holguín

1  Mamá Dioselina le da de comer hasta el último niño de su casa.  Nadie puede aguntar hambre pues ella se esmera por recoger a diario en las plazas de mercado, lo necesario para alimentar a toda su extensa familia.

  Es un ritual que todos en su casa antes de dormir se encomienden al Señor y pidan por los  más desválidos del mundo.  En este cuarto duermen todos, incluso algunos les toca en el piso.

a los viejitos les pone la música de ayer y les da el almuercito para que pasen una tarde maravillosa a su lado.

como cualquier ama de casa, sus labores están predestinadas y como especie de rutina , ha hecho todas la tareas y además ayudar al prójimo,  con lo poco que tiene.  Su sueño , poder conseguir una casa propia donde acomodarse mejor para seguir con su misión.