Cada año la caja de compensación familiar Cafam, entrega el Premio CAFAM A LA MUJER COLOMBIANA. Una es la ganadora, las demás son finalistas; pero todas, por la labor que desarrollan en favor de la comunidad, son ejemplo de vida y solidaridad. Su obra, y su lucha para consolidarla, se publican cada año en El Libro de Oro de la Mujer En Colombia.
Dioselina Bernal (Santander): Maestra de corazón | |
Su cuerpo delgado y su rostro fino dan la impresión de que es una mujer débil. Sin embargo, más allá de su aspecto y aparente fragilidad se esconde una persona verdaderamente fuerte: Dioselina Bernal. Ella nació en Charalá, en un pueblo de Santander, pero se trasladó a Bucaramanga en busca de mejores oportunidades. A esa ciudad llegó con el trasteo y las maletas repletas de sueños. Instalada allí, la realidad superó las expectativas que Dioselina y su familia tenían. La situación era frustrante, pese a que se mudaron con el propósito de asegurarse un buen futuro, lo primero que hicieron fue establecer su vivienda en un sector marginal. Se instalaron en el norte de la capital santandereana, un lugar superpoblado por personas desplazadas que registra preocupantes índices de pobreza, desempleo y vivienda. Infortunadamente no tenían otra opción. Mudarse a otro sitio era imposible, pues el dinero no alcanzaba sino para pagar el arriendo en esta zona. A medida que pasaban los días, Dioselina veía con tristeza la miseria material y espiritual en que vivían sus vecinos; observaba con dolor a los niños que deambulaban horas y horas por las calles, sin asistir a la escuela. ¡Manos a la obra! Las imágenes de estos pequeños conmovieron profundamente a esta humilde mujer, quien un día dejó de ser espectadora para convertirse en ángel de la guarda de cientos de ellos en el barrio. Estos infantes no tenían dinero para comer y mucho menos para comprar un cuaderno. Entonces Dioselina improvisó una escuela en su casa, con el propósito de acercarlos al interesante mundo de las letras. Sin recursos materiales ni pupitres, tableros o tizas, pero con la firmeza de carácter suficiente, emprendió la tarea solitaria de arrancar de las garras de la delincuencia a esos niños. Ella no quería que estos corazones inocentes se perdieran y engrosaran las filas de la violencia. Enseñar, considera Dioselina, es la manera de evitar que más jóvenes ingresen en el mundo de la drogadicción y la prostitución. A pesar de no ser profesora titulada, pues sólo cursó los dos primeros años en la Escuela Normal, compartió lo que sabía y abrió las puertas de su escuela con 18 alumnos, en el barrio Mirador del Norte. Dioselina compró un lote donde funcionó el centro educativo denominado Luz del Divino Niño, hasta que el terreno sufrió averías, se derrumbó y se llevó la construcción pero no sus ilusiones. Se trasladó a otro sitio. Tomó una totuma y fue de casa en casa pidiendo dinero, ropa y útiles para sus alumnos. Con las clases le ayudaban sus hijos y algunas amigas a quienes ella les hacía las guías. Allí todos ponían su grano de arena. Los estudiantes más avanzados apoyaban a los pequeños, así durante 13 años recibió más de 300 personas, pero en el año 2001 se acabó, pues no contaba con los permisos del Ministerio de Educación. Apoyo a los desprotegidos No obstante, ella no se dio por vencida. Acompañaba a los niños con la realización de sus tareas y desarrollaba actividades simultáneas con adultos, quienes aprendieron a leer y escribir. Mamá Dioselina, como la llamaban quienes han recibido su afecto y apoyo, buscó un espacio para la capacitación de estas personas, misión en la cual colaboraron el Servicio Nacional de Aprendizaje –SENA-, algunos sacerdotes y también cajas de compensación familiar. Esto permitió que padres de familia y ancianos hicieran manualidades y se sintieran útiles. Así mismo, abrió un restaurante en el que ofreció comida a niños y ancianos que viven en la extrema pobreza. Entre las once de la mañana y las dos de la tarde cientos de personas llegan al comedor de esta menuda mujer. Al principio daba un refrigerio, después se comprometió a suministrarles una comida más completa porque sabía que esta era el único alimento del día. Después de las cuatro de la tarde brinda capacitación en danzas, prepara a los niños para la primera comunión y los distrae un poco de la cruda realidad que los espera al dejar atrás las puertas de la casa de Dioselina. Pobreza, indefensión y desesperanza son las palabras que definen las vidas de estos seres humanos que encuentran en ella la fuerza necesaria para continuar. De esta forma, Dioselina siembra la semilla del amor en estos pequeños que son el futuro del país y anhela hacer realidad un gran sueño: tener un hogar de paso, atender a los niños y abuelos desprotegidos de la zona y darles su amor incondicional. Informes obra social: Calle 10 AN No 26-45 Tels: (+7) 6 407865 – 6 835067 Bucaramanga-Santander |